Los códigos QR no acaban de ser útiles, parece que no sabemos encontrarles una buena aplicación.
Creo que el problema no es del QR, la gran mayoría de teléfonos—por no decir todos— nos permiten leerlos. Creo que los QR fallan porque no nos preocupamos de usarlos bien. Pocos son conscientes de que los QR pueden añadir información relevante, útil y adecuada en el momento preciso.
Hoy he encontrado un ejemplo de aplicación de QR que me ha parecido muy interesante. La he encontrado en una botella de vino Experiencias de Paco García. Aquí la tenéis medio/mal fotografiada.
¿Por qué me parece esta una buena aplicación de un QR?
Por diferentes motivos:
- Porque el QR amplia el contenido de la contraetiqueta.
En un producto tan envuelto de literatura como el vino, en que cada bodega hace un sobreesfuerzo para defender el valor particular de sus botellas, una etiqueta limitada en espacio obliga a la síntesis. El QR amplía posibilidades y permite continuar con el relato con más detalles. - Porque son varias las oportunidades de leer el QR.
Tendremos varias ocasiones para abrir el QR con tranquilidad: en casa cuando ya hemos comprado el vino, durante la cena (el QR puede acabar siendo motivo de conversación), antes de tirar la botella … ¡quién sabe! - Porque sabemos qué hay detrás del QR antes de abrirlo.
El código va acompañado de un aviso: se activará un vídeo que explica qué es una Experiencia Paco García. Es esta una información que pocas veces nos dan relevante y es importante, porque nos ayuda a decidir si queremos activar el código y, evidentemente, si lo hacemos tenemos predisposición a dedicarle unos minutos.
¿Entonces, por qué los QR tienen tan poco éxito?
Porqué no les damos una función útil. Antes de incluir un QR en una etiqueta es fundamental valorar la función que debe tener. Hay que ponerse en la piel de quien lo abrirá para reconocer cuándo y para qué le resultará relevante conectar con la información que lo acompaña.
En este ejemplo, el QR nos ofrece conocer más a fondo qué hay detrás de este vino. La etiqueta nos sugiere que abrir esta botella implica vivir una «experiencia» y el QR parece que nos ayudará a prepararnos para vivirla. Si somos de los que defendemos el fuerte vínculo entre beber, comer y el mundo sensorial, tenemos muchos números por acabar utilizando el QR.
En resumen, no falla la tecnología, falla la preparación y la forma que tenemos de utilizarla. Creo firmemente que los QR están mal aprovechados, solamente son útiles si se utilizan con un enfoque práctico.
¿Y como se acaba esta experiencia?
Con frustración! —Lo siento chicos, no os preocupéis, tiene fácil arreglo.
Este ejemplo de aplicación de QR que comentamos está bien planificado, pero tiene un mal final: escaneé el QR convencida de encontrar un vídeo que me defendiera las particularidades de este vino y me encontré con una página de error 404. Ooooooh, el destino del QR no ha sobrevivido al envejecimiento del vino, ¡que lástima!
Un aprendizaje debemos sacar de este error: si algún día incluyes un QR en alguno de tus productos tienes que asegurarte que el destino donde apunta esté activo y funcionando tanto tiempo como sea necesario.
El vídeo existe, lo encontré en la Web y está bastante bien. Hay mucha intención, tiene estilo y cuenta cosas sobre el vino que seguramente muchos no sabemos. Si lo hubiéramos podido ver durante la cena habría sido un buen tema de conversación y, ya sabes, es con recuerdos y conversaciones como se fijan los nombres de los vinos que nos han gustado.
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